BS 2: "Only When I Sleep", The Cors

Only When I Sleep


Espera dando vueltas en la cama a que Morfeo baje a visitarla y haga su trabajo, no consigue dormir. Está cansada y tiene frío, se acurruca entre las mantas abrazando la almohada hasta que se le cierran los ojos. No le oye llegar, se sobresalta cuando siente el colchón hundirse a su lado y esa caricia de él en su hombro.
- Shh, sigue durmiendo… Soy yo –le dice en tono suave, tranquilizándola.
- Hoy has tardado… -murmura ella con voz cansada, dándose la vuelta para mirarle.
- Lo siento… -diga lo que diga siempre suena dulce.
Ya lleva puesto el pijama, se acuesta a su lado y la mira fijamente con ojos brillantes. Ojos que aún reflejan un amor inmenso. Ella se acerca, recostándose sobre su pecho. Le gusta el calor que desprende, el sonido rítmico de su corazón como la más bella melodía, escuchar su respiración… Él le acaricia el pelo, le besa la frente, la abraza con fuerza. Y así, entre sus brazos, pierde la noción del tiempo.

                                                               ***

Se despierta de nuevo abrazada a la almohada. Se da la vuelta esperando encontrarle a su lado pero ya no está, suspira resignada. Después de desayunar sale a dar un paseo, el mismo que da todos sus días libres. Mientras recorre la ciudad recuerda.
Recuerda un día soleado, risas, locuras, caricias, miradas, sonrisas y besos, muchos besos. Recuerda recorrer las calles mirando escaparates, comprar dos helados, su nariz manchada de chocolate, el deseo de una dulce venganza y unos brazos que la rodean para impedirlo mientras sus labios se acercan para limpiarla.
- Espera aquí… -le susurra al oído antes de alejarse.
Cruza la calle. Ella le mira con curiosidad, viendo como camina hacia al parque, le pierde de vista un momento. No puede evitar sonreír como una niña al verle aparecer. Sujeta un globo de helio, un corazón rosa que flota pareciendo bailar con la brisa.
Él se acerca, mirándola a los ojos, sabiendo que la quiere más que a nada en este mundo. Siente que todo es perfecto, que nada puede ir mal… Se equivoca.
Un claxon que suena fuerte, un frenazo, miradas de advertencia, de miedo, gritos… No puede estar pasando. El mundo se paraliza un momento, la calle contiene el aliento… Un globo vuela alto perdiéndose entre las nubes.
                                                             
  ***
Vuelve al presente dando un respingo. La ancianita de siempre la saluda con una amable sonrisa, no hay nadie más allí. Hace el camino sin siquiera pensarlo, de forma automática hasta su sepultura. Se agacha a su lado.
- Todavía sueño contigo… -susurra dejando una rosa. Por su mejilla corre una lágrima silenciosa.


Caitlyn




Banda sonora 1

Somewhere over the rainbow

Fuera hace frío, el termómetro que hay junto al cartel de la puerta marca que están a tres grados. Mirando por la ventana sólo puede verse un manto de paraguas de colores moviéndose por todas partes, imposible distinguir a quienes van debajo. Son las seis de la tarde de un día gris de enero, y ahí fuera no llueve, diluvia.
En un día como este no tiene descanso. Todo el mundo busca donde refugiarse de la lluvia y este lugar es ideal para eso. El ruido envuelve el ambiente: grifos que se abren y se cierran, vasos que chocan, cucharillas que caen al suelo, demasiadas voces intentando hacerse escuchar por encima de las demás... Le duele la cabeza, se para, respira profundamente, le llama el trabajo, se estresa. Sólo quiere que acabe el día, marcharse y descansar. La monotonía le abruma, horas y horas de trabajo, paseando entre las mesas y soportando las quejas de unos clientes nunca satisfechos.
Se escucha el sonido de la campanilla que hay sobre la puerta al abrirse y entra una ráfaga de aire que momentáneamente hiela a todos en el local. Lleva todo el día intentando ignorar el tintineo, pero esta vez, de forma automática, su vista se desvía a un punto concreto del bar. Todo lo demás pasa a un segundo plano. Pero en cuanto se detiene a mirarla entrar sabe que algo va mal. Su sonrisa, esa eterna sonrisa que cada día le hace olvidar la pesadez del trabajo no está, ha desaparecido, no queda rastro de ella.
Ella. Sí, no hay otra forma de llamarla, para él lo es todo: simple y llanamente “Ella”. Lo supo desde el momento en que la vio, desde aquella tarde en la que ella cruzó esa puerta y se sentó junto a la ventana, sacó un libro de su bolso y se puso a leer durante horas evadiéndose del mundo que la rodeaba. La mira, siempre con discreción, pero ella ni se da cuenta. Normalmente se acerca a preguntarle qué va a tomar, aunque ya lo sabe, pero le sirve de excusa para hablar con ella, para escuchar su voz. Hoy simplemente la observa con tristeza, buscando algún rastro de su sonrisa, el brillo que hay en sus ojos, pero está como ausente. Espera un par de segundos, esperando que saque su libro y empiece a leer, sin embargo, ella se sienta con la mirada perdida en un mundo que nadie más puede ver.

                                                         ***

Hoy nada le salía bien. Normalmente logra mantener sus emociones bajo llave, encerradas en alguna parte de su alma lo suficientemente fuerte como para retenerlas. Pero siempre todo tiene un límite y ella está cansada. Cansada de todo, de que el mundo la trate mal, de soñar despierta y de que ninguno de esos sueños se cumpla. Cansada de esperar escuchar palabras que nadie le dice, de esperar tropezarse con alguien que la quiera, o que simplemente la conozca y la comprenda. Siente frío, pero no tiene nada que ver con la temperatura de fuera, sino con el gran vacío que hay en su interior.
Levanta la vista, lleva cinco minutos aquí sentada y empieza a pensar que se ha vuelto invisible hasta para el camarero, su camarero. Él, una de las pocas razones que tiene para romper su camino del trabajo a casa, de casa al trabajo. Si supiera que viene todos los días sólo para verle…, pero no lo sabe. Nadie lo sabe.
-  Aquí  tienes… -levanta la vista sorprendida. Encontrándose con unos ojos grises acompañados de una sonrisa que sabe que no es del todo sincera. Le ve marcharse y tarda un poco en reaccionar. No recuerda haber pedido nada aun, de hecho porque no lo hizo. Sobre la mesa descansa la taza, siempre verde, su color favorito. Un cappuccino con doble de crema y un toque de canela, como a ella le gusta.

                                                      ***

Sigue limpiando tras el mostrador después de eso, la observa de nuevo. Sonríe al verla coger su libro y ponerse a leer. Sabe que eso es una buena señal, que ha conseguido animarla. Pone toda su atención en el trabajo, observándola de vez en cuando mientras ella pasa una tras otra las páginas de ese libro.
Fuera ha escampado, el sol se asoma tímidamente entre las nubes. Se hace tarde y la cafetería empieza a vaciarse. El tintineo de la campanilla suena una vez más, la ve alejarse a través del cristal y siente un pequeño vacío por dentro. Un día más se siente un cobarde. Se acerca a la mesa donde ella estaba a recogerla, ve apoyado sobre una silla su paraguas verde.


                                                    ***

No echa de menos el paraguas hasta que las frías gotitas vuelven a caer mojando su pelo. ¿Pero cómo puede ser tan despistada? Se para un segundo en mitad de la calle pensando en las posibilidades: correr hacia la parada del autobús o volver a buscarlo. Da media vuelta y se sobresalta al encontrarse de frente unos ojos grises. Él la tapa con su paraguas verde.
- Gra-gracias… -tartamudea.
- Hoy no te he visto sonreír -es la única respuesta de él.
Ella le mira sin entender, está nerviosa. Siente el impulso de mirar hacia otro lado, de esquivar esos ojos que han conseguido sonrojarla y sin pensarlo, sonríe. Y le alegra ver que le devuelve la sonrisa.

                                                                ***

Nadie lo ha visto aún. Todos parecen demasiado inmersos en sus mundos: en su dolor, en sus preocupaciones, en sus alegrías, en sus esperanzas… Sólo una niña de siete años, con sus rizos rubios asomando por la capucha de un chubasquero rosa parece haberlo notado. En ese momento, cuando el sol amenazaba ya con ponerse y las nubes con volver a cubrirlo todo, aparece un arcoíris en el cielo.


 Caitlyn




Banda Sonora


Levantarse por la mañana y escuchar de fondo esa canción que te invita a sonreírle al mundo y decirle que tienes energía suficiente para aguantar con todo. Preparar el desayuno y comparar el ruido de la cuchara al revolver el cola-cao con esa sintonía tan pegadiza del anuncio que pusieron en el cine, antes de que empezara la película. Coger el autobús camino de clase, con los auriculares puestos y pasarte todo el viaje cantando en silencio, emocionándote a cada verso de tu lista de reproducción sin importarte en absoluto como te mira la gente y si piensan que estás loc@ o no. Dejar de escuchar la explicación del profesor porque te recuerda a ese personaje tan peculiar de la tele y en tu cabeza empieza a sonar la sintonía del principio. Reírte con tus amigos en los recreos cada vez que un comentario de alguno os recuerda a una canción y uno la empieza para que os unáis todos después. Salir de clase pensando en esa cita que tienes por la tarde, en el cosquilleo que sientes en el estómago, en sus ojos, en su sonrisa y que surja en tu cabeza un popurrí de canciones interminable que te recuerdan a esa persona y te hacen soñar despiert@ las veintucuatro horas del día.
Que el mundo entero parezca estar en silencio y que, aunque parezca increíble, no solo las películas tengan banda sonora.


Caitlyn